Entrevista a Liliana, enfermera. | Nexup Health

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Entrevista a Liliana, enfermera.

Hoy nos encontramos con Liliana, coordinadora general del área de enfermería de la Clínica Santa Catalina.

Hola Liliana, ¿cómo estás?

Todo bien por suerte.

Que bueno, me alegro mucho que estés acá compartiendo tu experiencia con nosotros. Lo único que sé de vos es que sos coordinadora general del área de enfermería de la Clínica Santa Catalina, ¿querés contarme algo más sobre vos? ¿Cuántos años tenés, qué cosas te gustan?

Hasta hace un tiempo ocultaba mi edad, ahora ya la asimile, lo acepté y transité. Tengo 61 años y hace ya 25 años que trabajo en la Clínica Santa Catalina. Específicamente entré el 1 de julio de 1997, ¡este año cumplí 25 años de trabajo en la misma institución!

Uno se pone a mirar para atrás todo lo que hizo y todo lo que consiguió creciendo personalmente y es increíble. Llegué a la institución ya siendo licenciada en enfermería y bueno, después me fui desarrollando. 

También soy hija, tía y tía abuela. Trato de ser siempre cordial, me gusta estar con amigos y disfrutar del tiempo libre sobre todo en la naturaleza. Soy enojona, reniego contra las injusticias y muchas veces me quejo de cosas que no son justas. También soy de sobrecargarme mucho, me cuesta pedir ayuda y reconocer cuando no puedo hacer algo, eso a veces me traiciona. También me gusta comer, disfruto mucho de la comida.  

Wow, un montón de cosas, ¡Y 25 años en la clínica es un montón de tiempo! ¿Festejaste?

Todavía no festejé porque estamos saliendo de la pandemia, pero seguro a fin de año vamos a celebrar y descorchar. Me encantaría reencontrarme con algunos que ya no están en la institución pero todavía están presentes para mí. 

¿Hace cuánto sos enfermera?

Uh, ahí ya perdí la cuenta. Tenía 18 años cuando me recibí, en el 79. Me desestabilizaste con esa pregunta.

¿Qué te motivó a estudiar enfermería? ¿Qué era lo que te gustaba?

Siempre me gustó. Bueno, arranco por el principio. Yo vengo de Santa Fe, de un pueblito chiquito, a unos 900 km de la capital. En ese lugar no había colegio secundario (ahora sí), yo egresé de mi primaria y cuando terminé no había otra cosa para hacer. 

Papá y mamá eran laburantes, siempre nos quisieron dar la mejor educación y valores. Pero mi padre era totalmente cerrado y si yo me tenía que ir a estudiar a 30km solo me iba a dejar con alguna de estas dos opciones: ir pupila con monjas (que eso no iba conmigo, yo era muy rebelde) o ir a la casa de algún familiar (que no tenía). Entonces me conformé con no estudiar en un primer momento. 

Pero yo era muy inquieta y en ese momento había muchos cursos por correo, así que hice corte y confección, estudié algo de folclore, danza, malambo, bombo. Yo me prendía a todo, ¡porque quería hacer algo más! y en un momento me inscribí en un curso de auxiliar de enfermería, tenía 15 años. 

Cuando llegó el tiempo de ir a rendir el curso yo tenía que acercarme a Santa Fe capital y en ese momento no contábamos con el dinero ni me iban a dejar ir porque no había quien me acompañe así que no me presenté. Pero bueno, testaruda como soy, yo seguía segura de lo que quería ser: enfermera. 

Habíamos tenido una experiencia con mi madre, cuando yo tenía 10 años ella se enfermó y estuvo con neumonía muy fuerte. La persona que la ayudaba (no era enfermera, siempre en los pueblos hay alguien que se encarga de acompañar y cuidar) me enseñó a colocar inyecciones y a esterilizar el material. Las agujas eran de acero y las jeringas de vidrio, así que había que hacer todo un proceso. Me enseñó muy bien cómo cuidarme yo, como cuidar el medicamento para no contaminarlo, la importancia del lavado de manos, etc. ¡Hasta me hizo hasta practicar dar inyecciones en una naranja! 

Quizás mi interés por la enfermería venga por eso, porque quedé marcada. Por suerte mi mama se mejoró y pudo salir adelante. Así que cuando terminé la primaria a los 11 años, yo ya tenía la mente fija en enfermería. 

Eras muy chiquita cuando comenzó tu interés por la profesión, ¿cómo siguió tu camino?

A los 16 años me vine a Lujan a un congreso de encuentro de docentes de danza folclórica, porque yo estaba por recibirme de profesora, y en Buenos Aires estaba una hermana de mi papá. Entonces yo dije: “esta es mi oportunidad, este es el gancho que necesito”. Entonces fui a Luján y me quedé una semana con mi tía, ahí le conté lo que quería hacer. 

Un año después, mi tía fue a visitar a la familia en Santa Fe y le dijo a mi papá que ella se iba a hacer cargo de mi. Llegó con la información de un lugar donde yo podía empezar a estudiar el curso de auxiliar de enfermería, el instituto Padre Luis Tezza que quedaba cerca de su casa. Dijo que iba a pagar los primeros meses y que yo iba a estar en su casa. Siento que todavía la escucho hablar con mi papá diciéndole “quedate tranquilo hermano”. Además le dijo que no solo iba a estudiar, sino que iba a trabajar. 

Viajé un 4 de enero y llegué un domingo 5, no me lo voy a olvidar nunca. El día 6 de enero entré a trabajar en el geriatrico Catamarca, ese fue mi primer trabajo. Así que yo cursaba por la mañana y a la tarde iba a trabajar. Ese curso duró un año y cuando lo terminé, pudo venir mi papá a entregarme la medallita de que me recibí, fue todo muy emocionante. 

Después de eso no paré y quise hacer el secundario. Ahí conocí a una compañera que me dijo “vos estás para otra cosa, ya tenes dos años de experiencia en el geriátrico” y me presentó a la jefa del departamento de enfermería del hospital italiano. Tuve una entrevista y me preguntaron cuáles eran mis conocimientos, y yo dije “yo no sé nada pero tengo muchas ganas de seguir aprendiendo”. 

Pasaron dos o tres meses y un día me llamaron. Ahí estuve casi 9 años, terminé la secundaria, estudié enfermería profesional en la Grierson y conocí personas muy lindas. También hice un año y medio más de licenciatura en la universidad de rosario (a distancia). 

Fue difícil y todo tuvo un costo, porque tenía que estudiar, juntar plata, a veces mandar plata a Santa Fe, ir a visitar. Los primeros dos años me iba cada 15 o 20 días a visitar porque extrañaba mucho. 

Después de un tiempo nos convocaron de la Grierson a 3 ex alumnos que teníamos los mejores conceptos (no el promedio, yo no soy ni 9 ni 10) para hacer docencia, eso fue un gran desafío. Con miedos, errores, tropiezos y demás lo pude llevar adelante. 

Después dentro del Hospital Italiano, en el sector de unidad coronaria un grupo de médicos me convocaron a ir a una clínica en Morón para hacer capacitaciones y de a poco fui haciendo conexiones. Así terminé inaugurando el Hospital Domingo Mercante en José C. Paz (yo viviendo siempre en capital), dormía entre 3 y 4 horas por día, tenía que tomarme colectivos, tren. Me olvidaba de los cumpleaños, a veces me quedaba a dormir en el hospital, volvía a la madrugada, etc. Ahora no lo haría ni loca con toda la inseguridad que hay. Me volvía en el último tren a las 11 de la noche y llegaba a retiro a la 1am. Muy sacrificado. 

¡Mucha pasión y vocación! 

Si, me gustaba mucho, además era jóven y tenía mucha energía. Volvería a hacer este camino una y mil veces. Cuando me canse de viajar y me di cuenta que había cosas importantes que estaba dejando de lado como la pareja o los amigos y dije bueno, tengo que hacer un parate porque algo está pasando. No es todo trabajo, mal dormir y mal comer. Algo no andaba bien. 

Fue hermoso inaugurar un hospital de cero, estar esos tres años ahí, ver los pasillos vacíos y después ver cómo se iban llenando cada una de las salas, los primeros pacientes en guardia y demás. Pero fue una etapa y necesitaba cerrarla. 

Ahí empecé a buscar otro trabajo. Un domingo compré un diario y vi que había un anuncio para supervisor de enfermería en la Clínica Santa Catalina. Decidí presentarme. Tuve la entrevista con el doctor Negro y Camerat, ¡me entrevistaron en esa misma oficina donde estoy ahora! Me contaron que era una clínica de rehabilitación y traumatología, me preguntaron por mi trayectoria y mis conocimientos y yo dije lo mismo: “yo de traumatología y rehabilitación no sé nada, pero quiero aprender”.

El doctor Camerat me dijo que necesitaban ordenar enfermería. Alguien con buenos modales que quiera ordenar lo que era el cuidado de los pacientes. Y yo acepté. Esto fue a principios de junio, y a fines de junio me avisaron que había quedado. Empecé en julio, y desde ese momento estoy acá. ¡Dios mío todo lo que he vivido! 

¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando pensás en enfermería?

Ser solidario es lo primero que se me viene a la mente. Ponerse en el lugar del otro, ser empático. La sinceridad. Ser justo. 

Hace un rato mencionaste la pandemia, ¿Cómo fue vivir la pandemia desde adentro?

Yo tuve mucha incertidumbre, esto de no saber qué iba a venir o con que me iba a encontrar al otro día. No tenía idea de cuántos pacientes íbamos a tener, si íbamos a poder con todo. Yo ya había vivido la epidemia de H1N1, así que había transitado algo similar. Yo ya sabía lo que tenía que hacer para cuidarme, así que trate de aconsejar lo mejor que pude. 

El miedo puede beneficiarte o no: o te paraliza y te enfrascas, o te moviliza. Yo soy muy inquieta, ni loca me iba a quedar en mi casa, así que hacía todo lo posible por salir. Yo sabía que tenía que usar el barbijo, lavarme las manos, etc. Extreme todos los cuidados y tuve la suerte de no enfermarme. 

Cada uno lo transitó de formas diferentes, algunos se asustaron mucho porque tenían hijos chicos, fueron padres o no tenían la posibilidad de tener espacios grandes y amplios que pudieran ventilar. Muchas personas viven en hacinamiento, así que fue todo un combo de cosas. 

Aparte a todo esto se sumaban los datos con los que te bombardeaban por los medios. Yo apagaba los noticieros, veía dibujitos animados o cosas divertidas como los minions o los tres chiflados. Mi transición fue positiva, con incertidumbre pero sin miedo. 

Los pacientes fueron los que más lo sufrieron, y las familias que estuvieron del otro lado. De a poco fuimos aprendiendo que había una tecnología y equipos que podíamos utilizar para mostrar unas fotos, videos o mensajes grabados. Eso hacía la diferencia para los pacientes. Pero fuimos aprendiendo de a poco porque primero no sabíamos lo que iba a pasar.

Entendimos mucho después que acompañar bien a las familias era fundamental, porque nos habíamos avocado a los asistencial, pero somos seres que vivimos en sociedad y necesitamos compartir. Yo creo que lo que más se extrañó fue eso. Es más, una paciente nos manifestó que lo que más extrañaba era el contacto de piel con piel, porque todos los profesionales la trataban con guantes puestos. Quizás eso se sintió como algo deshumanizado, pero fue para cuidarlos, lógicamente. 

Por la que sí tuve miedo es por mi mamá, que transitó la pandemia teniendo 82-83 y siendo diabética. Pero la gente en Santa Fe en general la pasó mejor que nosotros, porque tenían naturaleza y espacios más grandes.  

También fue horrible para las personas que perdieron seres queridos y no pudieron despedirse, eso fue sumamente triste y doloroso. Faltó la etapa de transitar la despedida, fue muy duro. Por suerte ya lo pasamos. 

Sí, por suerte fue una etapa que ya se cerró.

Supongo que a lo largo de tus años de trayectoria viviste una transición del papel a lo digital, ¿Cómo te llevas con la tecnología? 

Yo no me llevo con la tecnología, reniego, se me traba la computadora, la golpeo. Siempre digo que la computadora y el celular me pelean a mi. Pero somos animales de costumbre y nos vamos adaptando, ¡y mucho más en salud! Nos tenemos que amigar si o si con la tecnología porque sino te quedas afuera, sobre todo por la comunicación y la globalización.

Cuando ingresé a la clínica no teníamos ni celular, solo teníamos teléfono fijo. Nada de mails ni whatsapp. Así que toda la información pasaba por el registro manuscrito, la hoja de enfermería, las indicaciones médicas, el registro de los signos vitales, etc. Se perdía muchísimo tiempo escribiendo a mano.  

La clínica fue creciendo, empezaron a ingresar otro tipo de pacientes con otras necesidades así que todo se fue transformando de a poco. Así que si, yo reniego pero me sirve.

¿Para qué te sirve? 

Es lindo tocar un botón y mandar mensajes que pueden ser respondidos en el momento, la comunicación es rápida y eso te da practicidad. Aunque quizás a veces por el apuro se pierde el verdadero mensaje que uno quiere dar. 

Respecto a la comunicación, ahora podes hacer un grupo de whatsapp y le llega la información a todos los integrantes al mismo tiempo, eso agiliza, es rápido y fácil. Mismo lo que estamos haciendo ahora, ¡una nota por videollamada! Ahorramos tiempo de viaje. Por supuesto no es lo mismo. A mi me encanta mirar a la gente a los ojos. 

Mucha gente es autodidacta, siempre me dicen “no va a pasar nada, vos toca todo” pero bueno, a mi me cuesta. Tuve que aprender por el rol que me toca cumplir, muchas veces tengo que pedir ayuda. ¡También tuve que adaptarme a las clases virtuales! con el zoom, el meet, el classroom. Me hice muchos líos… Hoy no te digo que soy una capa, pero aprendí muchísimo, ahora sé hacer hasta powerpoints con audio. 

¿Y en salud? ¿Crees que cambió algo el uso de tecnología?

El tener las hojas de enfermería en forma digital le ahorra muchísimo tiempo al área de enfermería, tiempo que lo pueden dedicar al cuidado asistencial que es lo más importante. Por sobre toda las cosas las herramientas brindan datos sumamente rápidos, si yo quiero saber la cantidad de pacientes que hay, cuales están conectados a asistencia respiratoria, con nutrición enteral o lo que sea, vos solo tocando un botón te enteras, ¡eso es maravilloso! Antes tenías que ir habitacion por habitacion, era difícil y engorroso. 

Recabar datos, clasificarlos y organizarlos te permite gestionar los recursos con otra mirada. Te permite planificar sobre todo, proyectarte. Así que por más que yo reniegue y no lo acepte del todo, vino para quedarse y vino para mejorar, totalmente. 

La tecnología no va a reemplazar a las personas, vino para ayudar. Siempre con los enfermeros hablamos de la importancia de no deshumanizarnos, sino aceptar la tecnología como un compañero que brinda beneficios. 

Por más que reniegue, soy muy proactiva con esto. Siempre incentivo a sumar nuevas herramientas porque es muy importante. Solo reniego conmigo misma. 

¿Cómo te imaginás la salud en 20 años? ¿Cómo te gustaría que fuera?

Teniendo la accesibilidad y equidad como prioridades. Con herramientas tecnológicas como la telemedicina, que puede acercar la salud a lugares más lejanos. 

Además me encantaría que el país y la economía esté mejor. Generalmente siempre miramos el ombligo de Buenos Aires, pero necesitamos una salud que se centre en todas las provincias. Porque hay gente que sigue sin tener agua potable, acceso a buena educación y muchas necesidades básicas insatisfechas. 

Me encantaría que eso se resuelva, no sé si llegaré a verlo. Pero espero que eso suceda. 

Muchísimas gracias por tu tiempo, por contarme tu historia y tu punto de vista. 

¡Muchas gracias a vos y que sigas muy bien!

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